La revista de referencia de las terapias holísticas, el crecimiento personal y el cuidado natural

María Martínez Calderón

Terapeuta y facilitadora de Constelaciones Familiares

Un viaje

al corazón

Hablando con mi madre sobre cómo se sintió mientras estuvo embarazada de mí. Quería saber cómo se había configurado mi vida intrauterina para entender, cómo estaba respondiendo a algunas cosas de mi vida cotidiana.

Mi madre y yo estábamos tranquilamente sentadas en el sofá, hacía tiempo que las aguas estaban calmadas entre las dos y llevábamos varios años en una relación, podríamos decir, de buena armonía.

– Mamá cuéntame qué pasó durante tu embarazo cuando estabas embarazada de mí.

Me sorprendió que ella que siempre había sido muy reservada, empezara a contarme cómo había vivido lo que según ella había sido su sueño: casarse y ser madre.

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Sin yo esperarlo, su relato empezó a fluir fácilmente, sentí que era la primera vez que le permitían contar esa historia y que se desahogaba con cada palabra:

– Tu padre y yo nos casamos y al mes de la boda, me quedé embarazada. ¡Me sentía feliz! Llena de alegría, fui a contárselo a mi madre y ella muy seria, en vez de alegrarse me dijo: ¡Anda que te ha faltado tiempo! En sus palabras y en su tono, sonaba de fondo algo así como ¿no será que ya lo estabas antes de la boda?

– Yo me sentí muy impotente ante su respuesta y dolida por haber dudado de mí, entonces me enfadé mucho y dejé de hablarle.

Tengo que decir que esta ha sido una forma habitual de “resolver problemas” en mi familia: dejar de hablarnos. Ahora sé que postergar la reconciliación lo único que genera es agrandar los problemas hasta el infinito, o sea que lo que no resuelvo yo, lo dejo para que lo resuelvan mis descendientes. A eso Bert Hellinger decía que no reconciliar las relaciones hace que “entreguemos a nuestros hijos en sacrificio”

Mi madre siguió con su historia:

– En el quinto mes de tu gestación, mi madre falleció, fué un proceso rápido que nos cogió a todos por sorpresa. Fue tan precipitado que no tuve ni tiempo de reconciliarme con ella y me sentí tan mal, por estar enfadada que lloré sin consuelo durante un tiempo. Creo que necesitaba que mi madre estuviera cerca en esos momentos y haber compartido con ella tu nacimiento.

– Fue en ese momento cuando tu padre y yo decidimos que si eras una niña te llamarías como ella: María Dolores.

– En la madrugada del día que naciste, empecé con las contracciones, yo notaba que empezaba con el proceso de parto, llegamos al Hospital con tu padre y tu abuela Isabel, la comadrona me dijo que como era primeriza, tenía que esperar y que al ser de noche ella se iba a dormir.

Así fue como la comadrona se fué y me dejó con mi suegra acompañándome en el proceso. Era ya de madrugada, llegó un momento que las contracciones cesaron y mi suegra salió corriendo en busca de la comadrona y la trajo obligada hasta la habitación. Finalmente tuvieron que provocarme el parto.

Ese día entendí cómo afectaron en mi vida las experiencias que viví a través de mi madre, durante su embarazo y en el parto.

Entonces le dije a mi madre:

– Sabes mamá, durante toda la vida he pensado que estabas enfadada conmigo y ahora me doy cuenta que el enfado era con tu madre.

Entendí que, al llevar el nombre de mi abuela, el inconsciente se quedó anclado en aquel enfado no resuelto.

El parto también me afectó, pues hay una parte de mí que es muy emprendedora, tengo mucha energía de arranque, pero luego se me pasa y siento que tiene que venir alguien a rescatarme para poder seguir.

Esta historia que mi madre me contó me hizo entender que tenía mucha prisa por nacer y eso solo generó conflicto, primero con su madre y después con la comadrona que quería dormir. Y eso me hizo entender mi necesidad de no molestar y el porqué de ese sentimiento de necesitar pasar desapercibida.

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Todo parece un poco loco, pero tiene a la vez mucho sentido para mí, ahora que lo puedo ver desde la visión de todo el conocimiento adquirido en el acompañamiento de tantas personas durante más de 30 años ya.

Y con todo mi esencia emprendedora se acabó colando por las rendijas, a pesar de las resistencias. 

Soy María Martínez, terapeuta y facilitadora de Constelaciones Familiares y si tú también crees que hay alguna herida, tal vez en tu infancia, que condiciona tus relaciones. Si sientes que has blindado tu corazón y el amor no puede entrar. O si no sabes quién eres, porque las personas de tu entorno han sido siempre más importantes que tú… Te pido que hagas este ejercicio:

Escucha a tu corazón… porqué él te indicará el camino.

Si crees que ahora es tu momento, «Un viaje al corazón» es una propuesta amorosa de reconocimiento de quien soy, donde el corazón es el “hogar dulce hogar” al que regreso para reposar, reflexionar y encontrar la brújula cuando todo afuera parece perdido.

Te proponemos despertar esta nueva mirada a la experiencia, desde la inclusión de todo lo que ES.

Acompáñanos el 1, 2 y 3 de julio en SEON Meditación